Nota di Radio Spada: continua
come sempre la sua collaborazione con Radio Spada il carissimo amico
Juan Diego Ortega Santana, titolare del blog sicutoves.blogspot.com.
Si tratta della prima rubrica radiospadista dedicata al pubblico
spagnolo e ispanofono che ci segue da anni con grande simpatia ed
affetto. Un sentito ringraziamento all’amico Juan Diego, vero cattolico
integrale, che in molte occasioni ci ha testimoniato il suo affetto e
la sua stima. Pregate per Lui. Buona lettura! (Piergiorgio Seveso)
Nota de Radio Spada: Continúa como siempre su colaboración con Radio Spada el muy querido amigo Juan Diego Ortega Santana, propietario del blog sicutoves.blogspot.com. Esta es la primera columna de radiospadistas dedicada a la audiencia española e hispana que nos ha estado siguiendo durante años con gran simpatía y afecto. Un sincero agradecimiento a mi amigo Juan Diego, un verdadero católico integral, que en muchas ocasiones ha sido testigo de su afecto y estima. ¡Ora por él! ¡Feliz lectura! (Piergiorgio Seveso)
SANTA FILOMENA, VIRGEN Y MÁRTIR POR LA FE
Historia de la vida de Santa Filomena
según las revelaciones a la Venerable Madre María Luisa de Jesús,
religiosa napolitana y que recibieron la aprobación de la Santa Sede
el 21 de Diciembre de 1883
Varios Sumos Pontífices, como Gregorio XVI, Pío IX,
León XIII y San Pío X, promovieron y extendieron
el culto de la Santa Filomena por toda la Iglesia.
Historia de la vida de Santa Filomena
según las revelaciones a la Venerable Madre María Luisa de Jesús,
religiosa napolitana y que recibieron la aprobación de la Santa Sede
el 21 de Diciembre de 1883
Varios Sumos Pontífices, como Gregorio XVI, Pío IX,
León XIII y San Pío X, promovieron y extendieron
el culto de la Santa Filomena por toda la Iglesia.

Yo soy la hija de un príncipe que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre era también de la realeza. Ellos no tenían niños. Eran idolatras y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma llamado Publio, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor había profesado el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe y les prometió orar por ellos, si consentían a bautizarse. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos y obtuvieron su esperado deseo de tener hijos.
Al
momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz
de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron
Filumena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había
nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con
ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue
obligado a hacer debido a una guerra injusta.
Yo
tenía trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al
palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto
como Diocleciano me vio fijo los ojos en mi.
El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: “Yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio. Yo solo deseo una cosa a cambio, que es la mano de tu hija“.
Mi padre deslumbrado con un honor que no esperaba, accede
inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a
nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para
inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo
lloraba y les decía: ¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo
rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a
Él y yo ya no puedo disponer de ella. Pero
eres muy joven para ese tipo de compromiso -me decían- y juntaban las
más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.
La
gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo hacer al
emperador ceder y para deshacerse de la promesa que había hecho, fue
obligado por Diocleciano a llevarme a su presencia.
Antes
tuve que soportar nuevos ataques de parte de mis padres hasta el punto,
que de rodillas ante mi, imploraban con lágrimas en sus ojos, que
tuviera piedad de ellos y de mi patria. Mi respuesta fue: No, no, Dios y el voto de virginidad que le he hecho, esta primero que ustedes y mi patria. Mi reino es el Cielo.
Mis
palabras los hacía desesperar y me llevaron ante la presencia del
emperador, el cual hizo todo lo posible para ganarme con sus atractivas
promesas y con sus amenazas, las cuales fueron inútiles. El se puso
furioso e, influenciado por el demonio, me mandó a una de las cárceles
del palacio donde fui encadenada. Pensando que la vergüenza y el dolor
iban a debilitar el valor que mi Divino Esposo me había inspirado. Me
venía a ver todos los días y soltaba mis cadenas para que pudiera comer
la pequeña porción de pan y agua que recibía como alimento, y después
renovaba sus ataques, que si no hubiera sido por la gracia de Dios no
hubiera podido resistir.
Yo no cesaba de encomendarme a Jesús y su Santísima Madre.

Toque aquí para conocer más sobre esta Devoción del Cordón de Santa Filomena
Mi
cautiverio duró treinta y siete días, y en el medio de una luz
celestial, vi a María con su Divino Hijo en sus manos, la cual me dijo: “Hija, tres días más de prisión y después de cuarenta días, se acabará este estado de dolor.” Las
felices noticias hicieron mi corazón latir de gozo, pero como la Reina
de los Ángeles había añadido, dejaría la prisión, para sostener un
combate más terrible que los que ya había tenido. Pasé del gozo a una
terrible angustia, que pensaba me mataría. Hija, ten valentía, dijo la
Reina de los Cielos y me recordó mi nombre, el cual había recibido en mi
Bautismo diciéndome: “Tu eres LUMENA, y tu
Esposo es llamado Luz. No tengas miedo. Yo te ayudaré. En el momento del
combate, la gracia vendrá para darte fuerza. El ángel Gabriel vendrá a
socorrerte, Yo le recomendaré especialmente a él, tu cuidado”.
Las palabras de la Reina de las Vírgenes me dieron ánimo. La visión desapareció dejando la prisión llena de un perfume celestial.
Lo
que se me había anunciado, pronto se realizó. Diocleciano perdiendo
todas sus esperanzas de hacerme cumplir la promesa de mi padre, tomó las
decisión de torturarme públicamente y el primer tormento era ser
flagelada. Ordenó que me quitaran mis vestidos, que fuera atada a una
columna en presencia de un gran número de hombres de la corte, me hizo
que me flagelaran con tal violencia, que mi cuerpo se bañó en sangre, y
lucía como una sola herida abierta. El tirano pensando que me iba a
desmayar y morir, me hizo arrastrar a la prisión para que muriera.
Dos
ángeles brillante con luz, se me aparecieron en la oscuridad y
derramaron un bálsamo en mis heridas, restaurando en mi la fuerza, que
no tenía antes de mi tortura. Cuando
el emperador fue informado del cambio que en mi había ocurrido, me hizo
llevar ante su presencia y trato de hacerme ver que mi sanación se la
debía a Júpiter el cual deseaba que yo fuera la emperatriz de Roma. El
espíritu Divino, al cual le debía la constancia en perseverar en la
pureza, me llenó de luz y conocimiento, y a todas las pruebas que daba
de la solidez de nuestra fe, ni el emperador ni su corte podían hallar
respuesta.
Entonces, el emperador frenético, ordenó que me enterraran, con un ancla atada al cuello en las aguas del río Tíber. La orden fue ejecutada inmediatamente, pero Dios permitió que no sucediera.

El Santo Cura de Ars fue gran devoto de Santa Filomena
En
el momento en el cual iba a ser precipitada al río, dos ángeles
vinieron en mi socorro, cortando la soga que estaba atada al ancla, la
cual fue a parar al fondo del río, y me transportaron gentilmente a la
vista de la multitud, a las orillas del río.
El milagro logró que un gran número de espectadores se convirtieran al cristianismo.
El
emperador, alegando que el milagro se debía a la magia, me hizo
arrastrar por las calles de Roma y ordenó que me fuera disparada una
lluvia de flechas. Sangre brotó de todas las partes de mi cuerpo y
ordenó que fuera llevada de nuevo a mi calabozo. El cielo me honró con
un nuevo favor. Entré en un dulce sueño y cuando desperté estaba
totalmente curada. El tirano lleno de rabia dijo: Que sea traspasada con
flechas afiladas. Otra vez los arqueros doblaron sus arcos, cogieron
toda sus fuerzas, pero las flechas se negaron a salir.
El
emperador estaba presente y se puso furioso y pensando que la acción
del fuego podía romper el encanto, ordenó que se pusieran a calentar en
el horno y que fueran dirigidas a mi corazón. El fue obedecido, pero las
flechas, después de haber recorrido parte de la distancia, tomaron la
dirección contraria y regresaron a herir a aquellos que la habían
tirado. Seis de los arqueros murieron. Algunos de ellos renunciaron al
paganismo y el pueblo empezó a dar testimonio público del poder de Dios
que me había protegido. Esto enfureció al tirano. Este determinó
apresurar mi muerte, ordenando que mi cabeza fuera cortada con un hacha.
Entonces, mi alma voló hacia mi Divino Esposo, el cual me puso la corona del martirio y la palma de la virginidad.
EL “PAPA BUENO” bajó de los altares
a Santa Filomena
En 1961, durante la revisión del Martirologio Romano (libro donde se inscriben los Santos y Beatos), el “Papa” Juan XXIII firmó el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos en el que se suprimía del Calendario la fiesta de Santa Filomena (y de varios santos más), previamente fijada para el 11 de Agosto. Tanto el oficio propio como la Misa fueron borrados. ¿Qué había pasado? Pues simplemente se dudaba de la existencia histórica de la santa aunque, oficialmente, nunca se dio una respuesta contundente para tal acto. En el pueblito de Ars, el santuario observó la consigna y, desde ese momento, no se organizaron más celebraciones públicas en su honor. En Lyon, la capilla construida por Pauline-Marie Jaricot que contenía sus reliquias y su imagen, fue desmantelada.

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