Nota di Radio Spada: continua come sempre la sua collaborazione con Radio Spada il carissimo amico Juan Diego Ortega Santana, titolare del blog sicutoves.blogspot.com. Si tratta della prima rubrica radiospadista dedicata al pubblico spagnolo e ispanofono che ci segue da anni con grande simpatia ed affetto. Un sentito ringraziamento all’amico Juan Diego, vero cattolico integrale,  che in molte occasioni ci ha testimoniato il suo affetto e la sua stima. Pregate per Lui. Buona lettura! (Piergiorgio Seveso)

Nota de Radio Spada: Continúa como siempre su colaboración con Radio Spada el muy querido amigo Juan Diego Ortega Santana, propietario del blog sicutoves.blogspot.com. Esta es la primera columna de radiospadistas dedicada a la audiencia española e hispana que nos ha estado siguiendo durante años con gran simpatía y afecto. Un sincero agradecimiento a mi amigo Juan Diego, un verdadero católico integral, que en muchas ocasiones ha sido testigo de su afecto y estima. ¡Ora por él! ¡Feliz lectura! (Piergiorgio Seveso)

NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE DOLORES

       En el siglo V el Papa Sixto III consagró a María Nuestra Señora y a los Santos Mártires la Basílica Liberiana; en su ábside mandó colocar un mosaico en el que se representaba a la Santísima Virgen como Reina de los Mártires, pues Su unión con Su Divino Hijo en el Calvario, la hizo merecedora de tal título por soportar en Su Alma, mayores dolores y sufrimientos que todos los Mártires.

               La devoción a la Virgen Dolorosa arraigó en el pueblo católico a partir del siglo XIII, momento en el que aparece la Orden de los Servitas, consagrados a los Dolores de la Madre de Dios, que pronto popularizaron el hábito negro mediante su Orden Tercera. Nacieron entonces las dos conmemoraciones de esta Devoción: el Viernes de Dolores y el 15 de Septiembre. Ésta última, la que hoy celebramos, fue extendida a toda la Iglesia Universal por el Papa Pío VII, como gesto de agradecimiento a la Virgen tras ser liberado del exilio impuesto por Napoleón Bonaparte.

               La conmemoración de los Dolores antes de la Semana Santa, nos acerca a la meditación de la agonía que Nuestra Señora padeció a los pies de la Cruz; el recuerdo de este día es el del Dolor de María por la Santa Iglesia de Dios, sometida siempre a las pruebas, a las persecuciones y a los ataques de sus enemigos internos.

               Procura a lo largo de la jornada, honrar los Dolores de Nuestra Señora, mediante la recitación de Stabat Mater Dolorósa, compuesta en el siglo XIII por el franciscano Jacopone da Todi; otro método muy sencillo y que otras veces te he propuesto es el de meditar brevemente en Los Siete Dolores, acompañado de un Avemaría al final. Por último, y si el tiempo y la devoción te lo permiten, puedes recitar el Rosario de los Siete Dolores.

STABAT MATER DOLORÓSA

(traducción al español por Lope de Vega)

La Madre piadosa estaba

junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta

se vio la Madre bendita,

de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara,

si a la Madre contemplara

de Cristo, en tanto dolor?

Y ¿quién no se entristeciera,

Madre piadosa, si os viera

sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,

vio a Jesús en tan profundo 

tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado,

que rindió desamparado

el espíritu a Su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado,

mi corazón abrasado

más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,

en mi corazón imprime

las llagas que tuvo en sí.

Y de Tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora

las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de Sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo

en la Cruz, donde le veo,

Tu corazón compasivo. 

¡Virgen de vírgenes santas!,

llore ya con ansias tantas,

que el llanto dulce me sea.

Porque Su Pasión y Muerte

tenga en mi alma, de suerte

que siempre Sus penas vea.

Haz que Su Cruz me enamore

y que en ella viva y more

de mi Fe y Amor indicio.

Porque me inflame y encienda,

y contigo me defienda

en el día del Juicio.

Haz que me ampare la muerte

de Cristo, cuando en tan fuerte

trance vida y alma estén.

Porque, cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a Su Eterna Gloria. Amén.