Nota di Radio Spada: continua come sempre la sua collaborazione con Radio Spada il carissimo amico Juan Diego Ortega Santana, titolare del blog sicutoves.blogspot.com. Si tratta della prima rubrica radiospadista dedicata al pubblico spagnolo e ispanofono che ci segue da anni con grande simpatia ed affetto. Un sentito ringraziamento all’amico Juan Diego, vero cattolico integrale,  che in molte occasioni ci ha testimoniato il suo affetto e la sua stima. Pregate per Lui. Buona lettura! (Piergiorgio Seveso)

Nota de Radio Spada: Continúa como siempre su colaboración con Radio Spada el muy querido amigo Juan Diego Ortega Santana, propietario del blog sicutoves.blogspot.com. Esta es la primera columna de radiospadistas dedicada a la audiencia española e hispana que nos ha estado siguiendo durante años con gran simpatía y afecto. Un sincero agradecimiento a mi amigo Juan Diego, un verdadero católico integral, que en muchas ocasiones ha sido testigo de su afecto y estima. ¡Ora por él! ¡Feliz lectura! (Piergiorgio Seveso)

“CREO EN MI MÉDICO JESÚS…”

Don Manuel González, “el Obispo de los Sagrarios Abandonados“, era en 1905 un Sacerdote experimentado en barriadas pobres cuando le enviaron como Párroco a San Pedro, en la provincia de Huelva. De la mucha caridad que desprendía aquél Apóstol del Sagrario, surgieron obras de caridad como escuelas para niños pobres y otras obras sociales, pero el mayor tesoro que dejó como Sacerdote, como hombre de Dios, fue la gran Misericordia que siempre tuvo con los enfermos. Así lo narra un hecho que se desarrolló en medio de una situación muy similar a la de estos días de forzada reclusión…

               “Acaba de entrar de la calle Don Manuel; viene tan impresionado que apenas, él tan bromista, ha despegado aquella mañana los labios. -Tome usted- le ha dicho a su madre-, y cuelgue esta sotana en la azotea al aire y al sol. Su madre la tomó entre sus manos, no sin antes preguntarle: -Pero, ¿qué te ha pasado, hijo? -Nada, no es nada… Y no hubo quien le arrancara el secreto de aquella muda repentina de ropa, hasta que muchos días después se enteraron de este hermoso acto de caridad: De madrugada le habían llamado para asistir a un moribundo. Era éste un militar atacado de viruela. Tan grave y contagioso era su estado, que sus familiares, abandonándolo, le habían dejado solo con su asistente. 
              El buen Párroco, a pesar del mayor peligro de contagio por haberse vacunado él aquel mismo día, al ver este cuadro horrible no se limitó a solo administrarles los santos sacramentos, sino que sé quedó allí acompañando en su lastimosa soledad al pobre abandonado… 
              Después de una larga y penosa agonía expiró, y ayudado de su asistente, amortajó el cadáver, le acompañó al cementerio y no regreso a la casa hasta que le hubo dado cristiana sepultura.” 


“El Obispo del Sagrario abandonado”
José Campos Giles