Nota di Radio Spada: continua come sempre la sua collaborazione con Radio Spada il carissimo amico Juan Diego Ortega Santana, titolare del blog sicutoves.blogspot.com. Si tratta della prima rubrica radiospadista dedicata al pubblico spagnolo e ispanofono che ci segue da anni con grande simpatia ed affetto. Un sentito ringraziamento all’amico Juan Diego, vero cattolico integrale, che in molte occasioni ci ha testimoniato il suo affetto e la sua stima. Pregate per Lui. Buona lettura! (Piergiorgio Seveso)
Nota de Radio Spada: Continúa como siempre su colaboración con Radio Spada el muy querido amigo Juan Diego Ortega Santana, propietario del blog sicutoves.blogspot.com. Esta es la primera columna de radiospadistas dedicada a la audiencia española e hispana que nos ha estado siguiendo durante años con gran simpatía y afecto. Un sincero agradecimiento a mi amigo Juan Diego, un verdadero católico integral, que en muchas ocasiones ha sido testigo de su afecto y estima. ¡Ora por él! ¡Feliz lectura! (Piergiorgio Seveso)
EL OBISPO QUE NO TENÍA MIEDO A LA PLAGA…

En la isla de Gran Canaria, se declaraba oficialmente el “cólera morbo” el 8 de Junio de 1851, que al parecer había sido importada desde Cuba. El terror se apoderó de la población y las tres cuartas partes huyó a los pueblos del interior. Se exiliaron también las autoridades civiles, militares y judiciales.
Los cuatro Párrocos de la ciudad de Las Palmas Gran Canaria recorrían cada día los barrios extremos de su feligresía, asistiendo a los enfermos y dando consuelo a los moribundos; el entonces Obispo, Buenaventura Codina, acompañado de su hermano, visitaba también los barrios más cercanos de Triana y Vegueta, regresando sólo al mediodía al Palacio Episcopal, para tomar una breve comida, y luego continuar hasta el anochecer en esta tarea.

Muertos varios capellanes del Hospital de San Martín, y no teniendo con quien sustituirles, se trasladó el mismo Obispo Codina al establecimiento, donde pasaba todo el día ejerciendo de capellán y enfermero. Por fin, el 9 de Agosto la epidemia se declaró finalizada, pero la población de Las Palmas se vio reducida a la mitad. Dejó como rastro generalizado una situación grave de miseria. De este despojo en favor del necesitado fue el hecho de que el Obispo Codina renunció a la Gran Cruz de Isabel la Católica, pues decía que ese dinero estaría mejor empleado en los pobres de su Diócesis, llevando como pectoral una sencilla cruz de madera.
